A veces no soy yo, no me canso de amarte en los escaparates de tu
reino.
Me dices que te vuelvo la cabeza loca, porque me quito partes de
mi corazón y los dejo encima de tu mesa. Y tienes razón, no soy capaz de
gestionar lo que por ti siento, me arranco y no freno.
Las palabras se me escurren de la garganta y vuelan como cometas
al viento.
Escupo sus silabas sin amortiguar su caida. Como si el mundo se estuviera hundiendo y no nos quedara tiempo.
A veces no soy yo, no me reconozco pintando mis entrañas en una
pared que puedes ver.
Me gustaría cerrar mi pensamiento y que no entraras. Que la puerta
sólo se abriera de vez en cuando, como un buen recuerdo. Pero hace tiempo que desistí,
no puedo.
No soy capaz de traducir tus silencios, sé que te resulta difícil entenderme,
que no comprendes mi palpito, ni porque te rodeo de palabras enormes, que se
salen de los cuadernos.
Podría resumirlo así, cuando llegaste te mire a los ojos y supe
que eras inflamable y ahora, más tarde, te necesito para siempre. No hay otra cosa que me
haga latir. Eres mi horizonte, mi fuego
y mi hielo.
Seremos lo que tú quieras, lo que desees. Tú tienes la llave que
abre los sueños.
Mientras tanto aprenderé todas las variantes del olvido