Como un preso sin rejas cuento los días para verte en nuestros
lugares comunes.
Necesito tu presencia . Guardo entre mis posesiones la última mirada que me dejaste al
irte, el aroma de tus cabellos que se
someten a la impertinencia de mis dedos.
Te empecé a echar de menos desde que nos despedimos sin pañuelos,
desde que me monte en el coche que me llevaba al andén.
Te dije que no me olvidaras y tú te lo pensaste. Es así como nos
queremos, yo con el alma y tú con el silencio en la palma de la mano.
No tengo nada que decir que no hayas oído. Conoces hasta el color de mis entrañas.
Todas las páginas que escribiré esconden tus latidos. Todos mis
caminos llevan a tu casa, no hay vereda que no acabe junto a tu presencia.
Diez días sin verte es el tiempo suficiente para ayunar en el
desierto.
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