Tú me enseñaste el dolor
como nadie podría hacerlo,
con solemnidad
con cautela
con la belleza impresa de
la derrota.
Cada día al despedirnos en
el tren
y partir cada uno a
nuestro lugar en el mundo,
tú me miras con los ojos
abiertos
y me dejas tu dulzura para
el camino
para que el sufrimiento
por tu ausencia
se disuelva.
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