Cuando
veas el mar, mi niña,
recuerda,
que yo estaré entre sus aguas,
recuerda,
que tú y yo somos la misma ola
el mismo
fragmento de gota silenciosa,
la misma
lágrima que desemboca en la orilla.
Por eso
nuestro amor nunca se desvanece,
porque viajamos
a lomos de una ballena
porque nuestras
almas amamantan
los mismos
cantos de sirena
Y cuando
la brisa se deposite sobre tu rostro,
recuerda
que son mis besos
que ya
partieron de otro puerto
para acabar
amarrando en tu lengua.
Y como
el viajero que nunca quiere dormir
para no
separarse de sus sueños,
me duermo
con la luna casi entera,
con la
fuente quieta del patio muerto,
con el
reflejo blanco de tu recuerdo,
allá por
las tierras donde el sur
sujeta a
las montañas nevadas.
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