Y el 25 de noviembre
en la plazuela de espaldas blancas
nos bebíamos los sueños
en vasos anchos de cerveza.
Una niña de cabellos indomables
con la rebeldía atravesando su nariz
me susurraba trozos de sur
mientras las naranjas se despedían del viento.
El 25 de noviembre
cuando los adoquines se llenaban de sombras
y las nubes extienden su paraguas de noche,
una niña de ojos verdes
con el perfume de amapola en su vientre
me gritaba te quieros tan altos
que arrebataban el aliento a las campanas del aire.
No se atrevían a romper el silencio de sus labios
ni a beberse las lágrimas desnudas de su cuerpo.
Y la oscuridad llegó
y luego vino el día
con los cuerpos atrapados
en la plazuela de espaldas blancas
nos bebíamos los sueños
en vasos anchos de cerveza.
Una niña de cabellos indomables
con la rebeldía atravesando su nariz
me susurraba trozos de sur
mientras las naranjas se despedían del viento.
El 25 de noviembre
cuando los adoquines se llenaban de sombras
y las nubes extienden su paraguas de noche,
una niña de ojos verdes
con el perfume de amapola en su vientre
me gritaba te quieros tan altos
que arrebataban el aliento a las campanas del aire.
No se atrevían a romper el silencio de sus labios
ni a beberse las lágrimas desnudas de su cuerpo.
Y la oscuridad llegó
y luego vino el día
con los cuerpos atrapados
por las almohadas sin
sueño,
con las antorchas de los ojos
dispuestas a encender el fuego.
con las antorchas de los ojos
dispuestas a encender el fuego.
Mientras nos comíamos la
luz
como nos comíamos las
pieles
a fuego lento.
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