luis perronegro

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domingo, 20 de septiembre de 2015

La casa encerrada.















El aire no me llega a los pulmones, una pequeña partícula se filtra y mi lengua voraz se apodera de ella. No sé si estoy encerrado en una habitación o en un sepulcro, pero me falta el aire.
Con el mechero intento dar luz al espacio donde habito. Mis dedos se achicharran ante el calor que desprende la piedra del encendedor, una pequeña luz parece surgir ahora, pero se difumina como una sombra en la oscuridad.
Sigo encerrado, debe ser ya domingo, suenan las campanas de la iglesia y parecen oírse los rezos como gemidos de parturientas. Hago el último esfuerzo por incorporarme, me levanto, grito y espero que la pesadilla se quede en la almohada. Pero no es así, no me despierto.

Estoy encerrado y no es un sueño. ¡¡¡¡ Alguien puede sacarme de esta casa!!!!

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