Cuenta la historia, que los bereberes al llegar el final
del año, dedican un segundo a narrar todas las equivocaciones que les otorgaron
los dioses.
Dicen que escriben sus equivocaciones en pergaminos de
viento, y que cuando sopla el aire, se elevan hasta el cielo estrellado , y es
allí en el techo de las dunas de Merzouga donde se quedan clavadas entre las
nubes.
Y piensan los bereberes que sus desatinos se extravían en
el firmamento, más allá del cielo que tapa el desierto, más allá del último oasis
que amamanta sus deseos.
Lo que no saben es que sus equívocos taponan las nubes y que
por eso en su desierto llueve poco. Sólo caen unas pequeñas lágrimas que apenas
empapan la arena.
Y se duermen soñando con la lluvia, sin saber que sus
errores ciegan los pozos de agua.
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