A 100 kilómetros
de distancia
con nuestros
cuerpos en cada esquina del mundo,
con los
labios tan alejados
que no
llegaba el sabor de los besos,
ahí estábamos,
recordándonos
estirándonos
los surcos de la piel
con la
humedad en la punta de la lengua.
A 100 kilómetros
de distancia
con todo
un mar en medio,
nuestro
placer en cada una de nuestras manos,
mientras
el recuerdo nos depositaba
frente
a una fotografía quieta:
nuestro
paraíso de cuatro baldosas.
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