El
amor crecía en cada segundo,
en el
vaho del cristal
en
que se reflejaba nuestro mundo,
mientras
mis manos
trazaban
las curvas de sus muslos
como
un escultor que clava versos
en las
entrañas de sus modelos de barro.
El
amor crecía en cada segundo,
sin parciales
, ni descuentos,
sin a
veces o puedes,
crecía
hasta con el sonido de sus silencios
incluso
cuando los mensajes
se detenían
en las nubes.
El
amor crecía en cada segundo
y no
había arboles suficientes en el parque
donde
dibujar todos los corazones pendientes.
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