Y un día surgió el
hambre.
El hambre se esconde
junto a las guaridas
del miedo,
se esparce indeciso por
las entrañas de la tierra
con la cautela
del viento.
El hambre se reconoce
así mismo,
está labrado en los surcos
profundos de cada mano.
Tiene echados todos los
candados,
sobrevive al tiempo como
la noche y el mar
a base de costumbre.
El hambre tiene la
cautela
necesaria
para no salir gritando.
Por eso cuando el hambre
calla
se rompe el silencio
y la multitud quebranta
las aceras
con vómitos de fuego.
Y
entonces
el
hambre se tornara en lágrimas.
Y una
vez más
la historia
regresara al lugar de siempre.
Junto a
la muerte.
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