Cuando uno es joven
persigue las razones para su existencia
entre el alborozo de las tabernas,
los encuentros vacíos
y las camas revueltas.
Cuando pasa de los cuarenta
busca sus prioridades
antes de que el tiempo se caiga del calendario
y el recuerdo sea el amago de su existencia.
Y ambas no aparecen.
Se nos ocultan
como el agua en el océano.
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