Me
mirabas con los ojos huecos
como
si fuera un fotograma más
de
los que se te cruzan por tu vida.
Yo
te contemplaba con los ojos repletos,
con
avidez
para
rellenarme con tus recuerdos.
Podía
acordarme de todos tus matices
como
que ayer llegaste con una blusa negra
que
recogía un vestido azul
sobre
el que sobresalían unos leotardos grises.
Parecías
un ángel
que
purgaba las esquinas de mi alma.
Yo
sufría como un Cristo recién crucificado
con
las rodillas clavadas por tus cabellos,
esperando
que el dolor se fuera
al
igual que el sol
que
cada día se oculta detrás de las montañas.
Pero
todo parecía transcurrir igual.
Tú
danzabas y yo aspiraba a ser tu música.
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