Dicen que el amor es ciego. En mi caso la visión
no parece sentirse afectada, cada día está más bella. Sin embargo mi claridad
mental disminuye a pasos agigantados. Cada segundo que transcurre me siento más
idiota.
Siempre tuve la costumbre de no parecer imbécil
, lo que me permitió distinguir el cielo del infierno. No fui inmune a la
estupidez y reconozco que todavía me estoy quitando, pero mi idiotez empieza a
alarmarme. Cuando estoy cerca de ella se dispara hasta impedirme sujetarla.
Intento alargar los espacios que me unen a ella,
tiro de hilos invisibles para mantener su presencia. Busco la traducción
de cada uno de sus sonrisas , de los roces de su piel, de sus distancias, de
sus silencios y sus pausas.
A veces una parte de mi yo, me mira desde lejos
y me grita que soy patético. Entonces me entran unas ganas enormes de marchar.
La dejo un adiós entre los labios y me voy corriendo, como si el
techo del mundo se fuera a caer y justo estuviera debajo.
Prometo, casi a diario, no volver a hacerlo,
pero es lo que tiene el amor, que le sobra reincidencia y le falta juicio.
Mi
amor es idiota, lo reconozco , pero es el que tengo.
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