Nubes de fuego
se desprenden de una tierra
azul
donde antaño nacía la noche
y vivía el espíritu del
agua.
Las sombras son oasis de
aire
y el aliento es una nevera
donde apenas caben las
voces.
Ya no hay ropa,
en los cuerpos solo quedan
los tatuajes
y las vestimentas son
espejos sin carne.
Los pechos sudan, los ojos
sudan,
el sol es un desierto
con sus cabellos de arena.
Ha llegado la calor
y el estío se arrastra por
las calles
desnudo, con la piel
yaciente.
El verano parece quedarse
al cocodrilo se le caen
las lágrimas
y los lagartos ya son peces
voladores.
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