Pasábamos la tarde
entre papeles repletos,
en cuya tinta se encontraba
tu nombre.
Nuestras manos se rozaban
como dos gotas de agua
en una lluvia fina,
de primavera inquieta.
Los ojos
se desvanecían en miradas
transparentes
y los labios se apretaban
para no besarse.
La pasión formaba parte del
aire,
que respirábamos
en amplias bocanadas de
desierto.
Pero quizá nada de eso
sucedió
y simplemente
pasábamos la tarde.
Ah qué precioso! Me encanta como escribes! Acabo de descubrir tu blog! Un abrazo
ResponderEliminargracias amiga lunaroja, por abrir mi cuaderno
ResponderEliminar