En la fábrica de ecos
vivían todos sus egos,
ordenándose por colores,
suficientes para vivir
la vida de un reloj,
los necesarios
para envolver a sus cabellos
con pan y sal.
Y cuando el espejo
se despertaba de sus noches
azules,
siempre encontraba
un nuevo peine para
acicalarse.
Como todas, me gustan, Un abrazo
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