Amanecía
en la profundidad del
mar amarillo,
con el roció todavía presente
en los surcos de mi
rostro,
con los besos dormidos
en los labios,
con la piel tatuada
sobre su espalda.
Nos penetramos
dejando que nuestros
cuerpos
apagaran el fuego de
la almohada
y nos abandonamos de
nuevo al sueño
mientras nuestros fantasías
navegaban en barcos de
papel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario