Se llamaba
Iratxe
y me
enseño a contar las lágrimas del cuaderno
a
dejar que la revolución se comiera a las palabras,
me enseño
que el vientre
era el
refugio de la carne y el deseo
y que
de sus pechos manaba
un manantial
de agua y rosas,
me dijo
que en la luna
estaban
puestas todas nuestras esperanzas,
y dejó que la abrazara
para
construirnos los sueños
como
quien se construye telarañas.
Precioso poema y Iratxe es un nombre vasco. Un abrazo
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