La luna abre su
camisón
para que la noche
blanca le posea
y su piel es luz de
candela
y sus labios son
verbena.
Y yo quiero que la
oscuridad se detenga,
para beberme sus
pechos
hasta que la luz nos
devuelva,
a las rutina de los días,
sus cuadernos y cautelas.
La luna se vierte en los ojos de mi pequeña.
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