Queríamos
vivir dentro de abrazos dorados
que
todo lo convertían en oro,
nuestro
amor era tan intenso
como
el sol de los alacranes,
y
nuestros corazones estaban atados
con
las ligazones del miedo.
Esperábamos
que las puertas se abrieran
y buscábamos
las llaves
entre
la tranquilidad del sueño.
Íbamos
despacio
descontándole
los segundos al tiempo.
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