luis perronegro

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viernes, 17 de abril de 2015

Volvíamos a cosernos los labios.

Mi niña y yo
teníamos verbos para silenciar todas las palabras,
teníamos  mermelada en la punta de la lengua,
y nuestra pieles sabían a mar, a día recién despierto.

Mi niña y yo viajábamos al sur,
allí nos quedábamos hasta que las nubes se dormían,
y al atardecer
mientras la arena se escurría entre nuestros dedos
volvíamos a cosernos los labios.

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