Vivíamos
en la misma luna
junto a
los mismos pasos detenidos,
teníamos
tenedores de madera
para
masticar lentamente las palabras.
Vestíamos
la misma piel serena y aceitosa,
nuestro
invierno era de un blanco perdido,
la primavera
tenía todas las esquinas enteras
y nos
alimentábamos sólo con los besos,
que se
rompían en nuestras lenguas.
Nuestro
tiempo nunca tuvo reloj
sólo
sol y viento.
Vivíamos
en la misma luna
y nunca
pisábamos el suelo.
Flotábamos
como
mariposas sin aliento
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