La Navidad me sorprende
con
la tristeza en la puerta de la boca
como
si la felicidad de los escaparates
no
pudiera penetrar mi piel,
como
si los párpados se hubieran cerrado a la noche
y
papa Noel pasara de largo.
La Navidad tiene un perfil inquietante,
incapaz
de desvanecerse
entre
las multitudes de barro que golpean las calles,
por
eso duermo con los labios cerrados.
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