Un día
decidimos,
construirnos
un paraíso para nosotros solos,
entonces
pensamos que nuestros besos deberían ser pequeños
para que
no se nos borraran los labios,
decidimos
dibujarnos el rostro con la yema de los dedos
para que
nuestra piel supiera a algodón,
nos abrazábamos
tan fuerte que se nos salía el alma
y teníamos
que ponerle cachitos de hierro para que no se volara.
Un día
nos sentamos
y construimos
un paraíso con las paredes tan altas
que no
se veía el cielo
y las
nubes estaban junto a nosotros, en el suelo.
Allí
nos escondíamos de vez en cuando
dejando
que nos inundaran los besos.
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