Viajábamos en un abrazo milimétrico
con todos los trozos de la piel agarrados frenéticamente
con nuestras alegrías y tristezas repletas de camino
mientras los espejos del tiempo desvanecían los minutos
de ausencia.
Y te diré mi niña que nada me falto
que desee que el sonido se cayera de las nubes
que los corazones se aferraran a ese instante
y que todo permaneciera quieto, sin pasado ni futuro.
Viajábamos como siempre, en nuestro trozo de mundo
con las certezas enredadas en el estómago
con los besos a punto de caerse de la boca
mientras sentíamos que el techo se caía sobre nuestras
cabezas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario