A veces era tan fría
que su piel era de escarcha
y yo la miraba
y sus ojos no me veían
eran de plástico,
y mi voz no la alcanzaba
eran notas de agua.
Y me veía tan lejos de mí,
sin energía para seguir,
que mi esqueleto
se quedaba en los huesos,
con la boca llena de sal y sangre.
Entonces regresaba a casa
como una nube sin aire
pensando si no debería cambiar de cielo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario