Puedo estar la vida de un
reloj
acariciando tus cabellos.
No necesito pan ni sal
ni agua que se me escurra
entre los dedos
ni tan siquiera el sonido
de un lágrima
rompiendo el suelo.
Puedo pasar una eternidad
entre el laberinto de las
estrellas
que dibujan tu rostro,
desenredando sueños
ensimismado en la humedad
de tus labios,
con mis huellas
plagiando tu rostro
con mis venas en tu pecho.
Puedo mirarte
durante el instante
que una nube se cruza por
el firmamento
y no olvidar el color de
esa sonrisa,
quebrar mi recuerdo.
Puedo no verte
y pensarte entera
en cada uno de los
pliegues de tu piel
Puedo seguir
atando cabos al cielo
mientras que regresas de
nuevo.
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