luis perronegro

luis perronegro

lunes, 28 de julio de 2014

Ella me preguntaba.

Ella me preguntaba
porque me gustaban tanto sus besos.

No entendía mi amor inquieto
febril como una noche agitada
nervioso como un látigo de rocío.

Ella no intuía
que el amor es como el hilo de una vela
siempre débil,
con la llama a la merced del aire
y que había que ensalzarlo
antes de que se apagara
y se quedara en las esquinas del alma.

Ella no sabía
que en cada beso se perpetuaba
nuestro amor,
que vacilaba entre las líneas
de lo eterno y lo efímero.

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