Nos
veíamos con la frecuencia suficiente para no olvidarnos.
Ella
tenía algo en sus ojos que me aprisionaba
algo
en su voz que me iluminaba
como
si el sol se hubiera instalado en su alma.
Ella me hablaba del frió entre los dientes
de la dificultad de recoger un paisaje blanco
en las entrañas de un fotograma.
Yo la miraba por dentro intentando encontrar la clave
que me diera acceso al calor de su piel.
Soñaba con sentir su corazón palpitando en la palma de mi mano.
Luego nos íbamos cada uno al lugar de donde veníamos.
Yo a su lado y ella más lejos.
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