luis perronegro

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lunes, 24 de febrero de 2014

Sopa de plástico

A veces el mar no trae olas a la arena. A veces sólo llega el plástico que arrancamos a la tierra cuando le succionamos su sangre negra, aquella que nunca quiso conocer la luz y que es la materia que mutila nuestra civilización.

Las líneas de marea dibujan en blanco los vertederos de la playa. Son como tizas que señalan impertérritas los efectos del consumo infinito.


El azul de las aguas se vuelve tan turbio que ya no parecen trozos de cielo, sino el barro con el que aplastamos nuestra primera costilla.

Hay tortugas que se ahogan
y peces que no saben a sal.
Cetáceos que se pierden en las profundidades del océano
como si hubieran olvidado las autopistas del agua.
Gaviotas que ya no conocen su puerto
y viven ajenas al mar que les vio nacer..

Los fragmentos de plástico son inmortales. No temen al tiempo y pintan los paisajes con el color de las nubes que no pueden llover.

Sólo hay un planeta y está en nuestras manos, las mismas que sirven para acariciarnos y que tantas veces labran las cruces donde vendremos a caer.

Sopa de Plástico



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