Tenía la voz de una niña
como si una luciérnaga
se hubiera instalado en su alma.
Su sonrisa podía iluminar la noche
como una luna
acompañada de estrellas.
A veces entre la piel de su cara
se escudriñaban pecas.
Otras veces sus cabellos
ocultaban sus ojos
para protegerle de un sol siempre presente.
Lo tenía todo
excepto aquel horizonte que se fundía con el mar
y que nos impedía abrazarnos.
Nos deseábamos en silencio
cada uno al lado del otro.
Vivíamos un amor entre líneas
leyéndonos los labios
y dibujándonos miradas en el rostro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario