El asfalto era más terco que los viandantes. Pedía sangre.
En una pancarta se instigaba a soñar sin complejos.
En otra a no consumir la esperanza.
Y al otro lado,
justo en la línea de enfrente
una pintada proclamaba
que el poder está en la boca de los fusiles.
Más allá de ahí solo queda aire
para rellenar los pulmones.
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