Éramos los mismos volviendo a casa
con los cabellos oliendo a bares
con los labios rotos
pero todo había cambiado,
con los cabellos oliendo a bares
con los labios rotos
pero todo había cambiado,
se había abierto el suelo
y los espejos de la noche
ya no sudaban entre las manos,
y los espejos de la noche
ya no sudaban entre las manos,
era el momento de coser
todos los corazones.
todos los corazones.
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