luis perronegro

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domingo, 3 de julio de 2016

amanecíamos devorándonos el amor

Vivíamos en la habitación
donde nacían los abrazos,
nos sentíamos tan unidos
que podíamos tardar horas en separarnos,
como si un pegamento apresara nuestra piel,
como si nuestros besos yacieran en la boca del otro.

Nos dejábamos las huellas por todas las hechuras,
para que nuestros dedos no se perdieran
en el kilometraje de nuestros cuerpos,
en nuestros ojos siempre vivía la primavera
y nuestros corazones tenían las ventanas abiertas.

Amanecíamos devorándonos el amor.

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