Cuando
nos habíamos aprendido
todas
las palabras,
vinieron
y nos apagaron la tele.
Ahora
nos tecleamos la piel
buscándonos
las canas,
construyendo
los sueños en barcos de papel
atándonos
las rutinas con alas.
La revolución
se acostaba en nuestras camas
pero
preferimos que la noche nos dejara su almohada.
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