Murió donde nacen las flores.
Eso ponía en su lapida, aquí
yace un pastor de ausencias.
Quería descansar a lado del escaso bosque que había mudado sus
espinas, bajo el manto cercano de un mar austero de sol y playa.
Vivió donde nace el viento.
Eso ponía al entrar en su casa, aquí pace un vendedor de cuentos.
Nunca supo donde estaban los limites o los sueños, eso le hizo
poderoso ante el silencio.
Entre sus recuerdos: cristales de amor, el pincel de la montaña al
atardecer y los pliegues del aire sobre su rostro.
Vivir y morir. Simples cambios de escenarios.
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