Sentados
con el
amor cubriéndonos los tobillos,
esperando
a que la noche crezca
a que
la luna alumbre a las pieles.
Sobre
la arena fría
de una
playa dormida,
nuestros
cuerpos empezaran a empaparse,
con el
deseo húmedo del amor recién parido,
con la
agitación de los corazones encerrados.
Mientras,
en silencio,
el mar
aplaude,
sabe que
cuando el deseo sabe a océano
tiende
a quedarse entre las olas.
Por eso
cuando el agua ruge
y la
espuma colorea la playa
la
pasión le sale al océano por la boca.
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