La
noche estaba tan oscura
que ni
siquiera los lobos cabían,
nos
atamos lámparas al cuello
para
alumbrarnos,
pero
sólo nos veíamos las penas.
Así que
decidimos dormirnos
con el
canto de los mochuelos
con la
luz de las luciérnagas.
Nos
arropamos con las estrellas
y la
noche se durmió
bella
silenciosa
Y a la
mañana siguiente
desayunamos
cielo azul.
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