Cuando nos despedíamos frente a las vías
del tren
sus ojos eran agua y los míos sed.
sus ojos eran agua y los míos sed.
Cuando las miradas al fin se separaban
nuestros labios eran pañuelos mudos,
y nuestros besos pájaros sin trozos de cielo.
Por eso nos llevábamos el corazón del
otro en el bolsillo
para que nuestra piel siguiera
latiendo .
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