Nadie sabía
que tus ojos
se
habían agarrado a mi estómago,
sólo tu
mi niña
y con
ese secreto habríamos la luz
y
dejábamos que la primavera
viviera
entre nuestros corazones recién paridos.
Construíamos
nuestros besos
como el
arquitecto redacta edificios sin techo,
intentando
acercarnos al cielo.
Nacimos
para robarnos las rosas de los labios.
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