Nos
comíamos el amor
a
bocanadas
y el
deseo entraba en nuestra piel
como
puñales de fuego.
Nos
comíamos las bocas
a
cucharadas
y no
nos dejábamos un beso sin dar
ni un
trozo de saliva sin prestar.
Nuestro
amor se parecía
al batir
de mil mariposas,
no paraba
de abrir primaveras.
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