Como un fino cristal
dejaba que me peinara el viento
mientras tus besos brotaban en mis
manos
como espigas silvestres,
amamantando los arroyos
con nuestros caudales de agua
Vivíamos por encima de nuestras
posibilidades
o por debajo
con los recodos de la piel siempre
pendientes
de que llegara el deseo,
mientras nos alimentábamos
con los restos de alientos
o con los besos de esquinas
en primaveras siempre plenas.
Como una jauría de sentimientos
nos sujetábamos a la silla
para no caernos
y poder seguir en nuestro paraíso de
cuatro paredes
con la suerte de habernos conocido
y con el placer entre los dientes.
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