Con sus manos
tallaba
mi rostro
sus
dedos se posaban
suaves
como
mariposas de viento
y me
dibujaba
en los
labios
el lugar
donde nacen
los besos.
Y así pasábamos
la vida
con nuestras
caras pegadas
al cristal
del otro
con nuestros
alientos
dentro
alimentándonos
de nuestra saliva
y soplándonos la piel.
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