Somos como dos gotas de agua, que siempre acaban
encontrándose.
Somos como dos olas gemelas, que pertenecen a la misma
tormenta.
La misma emoción, el mismo llanto, la misma sonrisa que
se escurre por los labios.
Todo lo que tenemos, lo que se arraigo en nuestra alma, nació
en paseos silenciosos que morían en la profundidad del océano,
justo en el lugar donde perecen los barcos.
Y al final del día, cuando cada uno vuelve al lugar donde
pertenece, nos llevamos un trozo de corazón del otro para ponerlo
debajo de la almohada.
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