La
ilusión había prendido su llama
y
ya correteaba por las praderas.
Algunos
sintieron el calor del vértigo,
no
recordaban que los muros eran sólidos
que
su argamasa era la sangre
y
que haría falta
mucho más que nuevos disfraces
para
derribarlos.
Era
el momento de superar el viejo régimen,
pero
hacía falta que las emociones
se
transformaran en inteligencia colectiva.
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