Heroish Perrorojo |
Pintábamos las calles como si fueran pianos. Subíamos las escaleras a tragos, de dos en dos, dejando que el espacio entre las copas no nos ocupara tiempo.
Teníamos tantas cosas que contarnos, que nos habíamos
olvidado del principio: El momento en que dejamos de ser inmortales y nuestros
cuerpos fallecían un poco cada segundo.
Había humo suficiente para agotar hasta a los espejos y
había esa sed infinita que no te conduce a nada.
Hablamos de batallas de esas que no se recogen en los
libros de historia, de las que no existen en los mapas, hablábamos hasta no
escucharnos.
Escuchábamos a las calles como si fueran pianos. Cada
esquina tenía su nombre, su sangre y su saliva.
Había puertas que nunca habíamos abierto ni ojos que
nunca nos miraron. Había universos dibujados en la pared y habías ruedas de
tiempo.
Dejaríamos que la vida se consumiera como un guiso en
caldero, a fuego lento, para que ningún matiz se escabullera. Estábamos
dispuestos a ceder parte de nuestros sueños a los viajeros. No queríamos volar
solos para no caer despacio.
Pintábamos las calles como si fueran pianos y luego nos
íbamos a dormir.
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