Paseábamos al lado del mar
entre bicicletas que nos
robaban el horizonte.
Las grandes rocas que yacían descuidadas
descuartizaban el agua
que fallecía antes de llegar a la orilla.
que fallecía antes de llegar a la orilla.
Había barcos tan grande
que podrían albergar a reyes y sus séquitos.
Paseábamos juntos
yo amándote como siempre
y tú mirando las
estrellas.
Recorrimos los jardines
junto a plantas que
soportaban aromas perdidos
ruegos que quebrantaban
las ramas con flores rojas.
Había arboles que algún día
fueron pinos
pero que hoy habían
sufrido la metamorfosis.
Recorríamos el sendero
juntos
yo amándote como siempre
y tú mirando las
estrellas.
Llegamos a un mirador
bajo la sombra austera de
una catedral
que siempre quiso mirar al
mar.
Desde allí divisamos un
paisaje indeciso
que parecía plagiar
nuestro futuro.
Te dije que siempre te amaría
hoy y mañana, y en el otro
lado del tiempo.
Me abrazaste con la
cautela del cariño
y seguiste mirando las
estrellas.
Al día siguiente
amanecí con el amor
intacto
y el sueño perdido
y tú desperezándote
intensa, bella
como el primer rayo que
atraviesa la mañana
y que quiere dormir el
sueño de tu almohada.
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