Últimamente tengo la sensación de que hablo distinto.
Nadie me entiende y a nadie entiendo yo.
Puedo pasar horas delante de mi interlocutor ,
intercambiando silabas, incluso escurriendo palabras certeras. Probablemente
metáforas que se sintieron absueltas de un veredicto de indiferencia.
Nada entra en mí, resbalan por mi cuerpo y acaban junto a
los pies.
Esa incomunicación perenne me permite llegar a una
comunicación más sugerente. El diálogo del silencio.
Es en el silencio donde observo cómo se construyen las
palabras en la boca, cómo las manos me dicen lo que esconde la mirada, cómo
los ojos me cuentan cosas diferentes a los sonidos que mastican los labios.
Me entiendo mejor con el silencio. A veces me permite ver por dentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario