las pieles se abren
dejamos que el deseo se expanda,
las carnes se mecen en abrazos sutiles
las lenguas llevan agua en sus raíces,
las caracolas recorren nuestra morfología
hasta que se agotan sobre un mar bravío
que desemboca en el silencio de los sexos vacíos.
A veces cuando el horizonte ya está en calma,
vemos cielos azules donde los pájaros se comen a las nubes
estrellas que se peinan con los rastros de nuestra saliva,
entonces nos guardamos los relojes en los bolsillos
y el tiempo se para, acariciado por el latido de los besos dormidos.
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