Los sueños posibles no vale
la pena soñarlos:
Se cumplen solos.
Luchamos para conseguir lo
imposible
para que todos los labios
tengan pan
y todos los dientes besos
de sal.
Marchamos con las manos
llenas de azúcar
con la piel abarrotada de
escarcha,
arrastrados por las
corrientes de las cadenas
entre el dialecto de los
cristales y la valentía de las palabras.
Unidos por la misma clase,
la clase obrera.
Caemos para que los que
vengan detrás
no tengan que sufrir el
mismo tropiezo
y luego encenderemos las
hogueras
para cobijarnos del fuego.
Regresaremos a casa con los
bocas repletas de luz.
Primero de mayo de 1886: Su
sangre nuestros derechos.
Les debemos parte del aire
que merece la pena
respirarse,
les debemos los abrazos
fraternos
que nos trajo la primavera.
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